Carta a Caravaca de la Cruz. Seguiremos soñando un nuevo mayo

José Francisco García Fernández, alcalde

Hay momentos en los que aquello que nos parecía importante pasa a ser secundario. Este que atravesamos es uno de ellos.

Sé que ahora mismo vuestras preocupaciones -como las mías- están lo primero de todo en cuestiones de vital importancia que afectan a la salud; a la vida de los nuestros, de nuestras familia, de nuestros amigos, de nuestros vecinos. Pero a pesar de las circunstancias, y aunque en estos momentos pueda ser un tema secundario, debemos afrontar otra realidad que toca en lo más hondo de nuestro corazón y que nos identifica como pueblo; las celebraciones en torno a nuestra patrona, la Santísima y Vera Cruz en el mes de mayo.

Cuando estamos ante la cifra de más de 4.000 muertos y casi 60.000 personas infectadas solo en nuestro país, hablar de fiestas puede parecer un asunto menor y sin duda lo es. Pero -por la cantidad de recursos que movilizan, por su fuerte engranaje organizativo, por la alta participación de festeros y visitantes, por su relevancia histórica y también por lo que significan para el corazón de los hombres y mujeres de Caravaca- es un asunto que necesitaba de un pronunciamiento oficial.

Y este pronunciamiento ha sido consensuado entre el Excelentísimo Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz y la Real e Ilustre Cofradía de la Vera Cruz, con el respaldo de Comisión de Festejos y de los bandos Moro, Cristiano y de los Caballos el Vino, en la persona de sus tres presidentes, y así como avalado por el propio Obispado, a través de su vicario general. La gravedad, el carácter excepcional de los acontecimientos y la obligación de cumplir con las recomendaciones han hecho que la decisión sea unánime y quede reflejada en una declaración institucional.

España afronta la crisis sanitaria y social más importante de su Democracia. Una situación de la sin duda conseguiremos salir, como lo hemos hecho otras tantas veces a lo largo de la historia, pero para eso, hará falta más tiempo y esfuerzo del que nos gustaría.

Después ver cómo esta pandemia mundial ha impedido la celebración de otros tantos eventos de relevancia nacional e internacional -como las Fallas de Valencia, la Semana Santa, la Feria de Sevilla, El Rocío o los mismísimos Juegos Olímpicos de Tokio- ya todos podíamos imaginar que la celebración, dentro de muy pocas semanas, de nuestras fiestas patronales iba a resultar imposible.

Unas restricciones que desde hace dos semanas estamos obligados a cumplir y que se irán aminorando o suavizando de forma progresiva en los próximos meses. De lo contrario, volveríamos a empezar y de nada serviría el esfuerzo colectivo y el inmenso daño que está recibiendo nuestro país, el primero de todos en número de vidas.

No es, por tanto, una elección, no se trata simplemente de una decisión sujeta al criterio de las autoridades locales y estamentos festeros, es una obligación y también una responsabilidad. Y aunque duela en el corazón, el hecho de no poder celebrar nuestras fiestas patronales es una realidad que con esperanza e ilusión en el futuro asumimos.

No tenemos precedentes históricos similares de una situación como esta de suspensión de las fiestas provocada por una enfermedad. La epidemia de gripe de 1918 que sufrieron nuestros abuelos, fue durante el verano y el otoño. Otras epidemias de finales del S. XIX, también tuvieron su manifestación temporal en épocas que para nada afectaron a las fiestas de nuestra amada Patrona. Sólo la no presencia física de la Vera Cruz en el periodo 1934-1941 provocó esta consecuencia.

Las fiestas de la Santísima Cruz son un sentimiento colectivo, son mucho más que un divertimento, significan más que eso. Son la expresión de nuestra identidad y de nuestra historia, que encuentran su fundamento en ritos ancestrales que han permanecido inalterables en los últimos siglos y que los caravaqueños debemos salvaguardar y preservar de cualquier cosa que suponga desvirtuar su forma y su sentido, tal y como los hemos heredado.

Si hemos logrado declaraciones como las de Interés Turístico Internacional, o quizás estemos a punto de conseguir la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, no ha sido sólo por la belleza del festejo, sino por el peso de una tradición que nuestros mayores nos legaron y debemos transmitir a las generaciones que nos sustituyan.

No cabe duda que la situación que obliga a la suspensión de las fiestas, además del componente emocional, tiene también una repercusión negativa en la economía local. La actividad que generan supone un apoyo importante para la hostelería y para otros sectores relacionados por la cantidad de recursos humanos y técnicos que movilizan.

Aunque las fiestas de Moros, Cristianos y Caballos del Vino este año no puedan celebrarse por las circunstancias impuestas, vamos a trabajar, si las circunstancias por entonces lo permiten, en realzar la celebración de la Exaltación de la Vera Cruz que se celebra el 14 de septiembre, la segunda en importancia de nuestra ciudad. Nuestra patrona no se quedará sin recibir el calor de su pueblo y este es otro aspecto abordado en pleno consenso y sintonía con la Real e Ilustre Cofradía de la Vera Cruz.

Todos los caravaqueños sentimos una honda pasión por nuestras fiestas. Estamos orgullosos, las respetamos y somos embajadores de ellas por donde vamos Yo, personalmente, tengo ese sentimiento desde que tuve uso de razón y seguro que la mayoría de vosotros, también.

Creedme si os digo que no voy a tener mayor honor en esta vida que ser alcalde de Caravaca de la Cruz. Podéis imaginar que tener que anunciaros esto para mí es también difícil. No he podido evitar imaginar en mi cabeza durante los últimos meses -desde que soy vuestro alcalde- como sería el privilegio de ofrecer a la Santísima Cruz la Bandeja de Flores en nombre de todo el pueblo, cómo iba a brillar Caravaca el 2 de mayo con los Caballos del Vino en el año de su candidatura a Patrimonio de la Humanidad o cómo iba contener mi emoción acompañando a la Cruz junto al imponente y majestuoso paso de Moros y Cristianos.

Nuestra ciudad, bajo la custodia de la Santísima Cruz, ha sido testigo a lo largo de la historia de numerosas guerras y pandemias. Y siempre ha vencido, ahora también lo haremos.

En poco más de doce meses se obrará de nuevo el milagro y volveremos a celebrar la vida, a celebrar el triunfo de la Cruz. Porque esta batalla por la vida, que hoy tanto nos preocupa, estará ganada.

Gracias por vuestra atención y sobre todo, por vuestra compresión.

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