La Semana Santa, además de ser la celebración religiosa que conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, también es una manifestación cultural y artística, en la que interactúan participantes y espectadores con obras de arte. Un arte que, a modo catequético, ha contado la historia de la Pasión a los fieles durante siglos.
El valor de estas obras adopta una doble función: por un lado una función cultual, captando la atención y devoción de los fieles que asisten a los actos que tradicionalmente presiden; por otro, una función artística, capaz de atraer la atención de aquellas personas predispuestas a percibir la sensibilidad de dichas obras fuera de su ubicación habitual, e incluso exentas de su raíz religiosa, provocando emociones a través los sentidos. Ambos aspectos conforman el verdadero valor de una obra de arte de estas características, un valor que no siempre es material y que constituye su propia alma.
Precisamente por su doble función, cultual, dando soporte a la manifestación externa de la celebración de la Semana Santa, y artística, como forma de expresión del autor, debemos mantener viva el alma de estas obras que forman parte de nuestro patrimonio artístico, cultural, histórico y cultual. Para ello, a menudo, es necesario llevar a cabo actuaciones encaminadas a la conservación y restauración de las mismas.
A lo largo del tiempo las imágenes sufren daños y alteraciones, ya que por su naturaleza, permanecen vivas, respondiendo a los fenómenos ambientales mediante movimientos, que pueden provocar daños tanto en la estructura interna de la escultura como en los diferentes estratos que componen la policromía. Las superficies polícromas también pierden su cromatismo original tornándose pardas, opacas y ennegrecidas por la acumulación de suciedad proveniente de la contaminación, así como por la oxidación de los barnices protectores. Tampoco se puede obviar el factor humano, una de las causas de degradación que suele causar los daños más graves, bien por cambios estéticos sujetos a modas, reparaciones llevadas a cabo por personas no especializadas que en la mayoría de ocasiones provocan mayores daños o simplemente por la manipulación a que son sometidas cuando son trasladadas.
Caravaca cuenta con un amplio grupo de esculturas que intervienen en la Semana Santa. Todas poseen un valor cultual fomentado por las tradiciones, pero algunas de ellas destacan, además, por su valor artístico.
Desde los primeros años del presente siglo se han llevado a cabo un gran número de intervenciones de restauración sobre el patrimonio de la Semana Santa de Caravaca, así como la creación de pasos nuevos para procesionar dichas esculturas.
Algunas de estas intervenciones fueron subvencionadas desde el Ayuntamiento por la anterior Corporación Municipal, como es el caso de la Oración en el Huerto y San Juan Evangelista. Restauraciones en las que, además de realizar una profunda intervención estética, fue necesario llevar a cabo una gran labor estructural para devolver a las piezas la estabilidad adecuada. La magnífica escultura del Prendimiento, obra recientemente atribuida al escultor caravaqueño José López (discípulo de Salzillo) fue la siguiente en ser intervenida: restauración integral, financiada a través de una subvención de la Comunidad Autónoma y promovida por el Ayuntamiento y la cofradía de la Misericordia. En 2004, el Centro de Restauración de Verónicas fue quien se interesó por el conjunto escultórico de las Angustias, trasladando la obra hasta sus instalaciones, donde se llevó a cabo una restauración muy dificultosa, en la que se eliminaron las repolicromías de las carnaciones del Cristo y la Virgen, recuperando su policromía original. Fue en este mismo Centro de Restauración, donde años más tarde, entre 2005 y 2008, se llevaron a cabo las restauraciones de las imágenes del Señor de la Columna, el Señor del Balcón y el Cristo de la Misericordia. Finalmente, las últimas restauraciones llevadas a cabo por el Ayuntamiento en su anterior legislatura fueron las de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen de la Soledad. Ambas precisaron un gran trabajo de saneamiento estructural, sobre todo la del Nazareno, que había sido reconstruido tras la Guerra Civil, apenas sin medios, por vecinos aficionados.
Mediante todas estas actuaciones de restauración, los cofrades no solo se han concienciado de la importancia de recuperar, restaurar y cuidar su patrimonio, sino que además, de que estos trabajos deben ser realizados por profesionales cualificados.
Sin embargo no debemos conformarnos con esto y debemos de seguir pensando en el futuro. La restauración no sirve de nada si después no se establecen planes y medidas de conservación preventiva. Recordemos que es mejor prevenir que curar. Sea desde el sentimiento religioso o desde la sensibilidad artística, la imaginería en Caravaca es el espejo donde se miran nuestros más profundos sentimientos y uno de los motivos de orgullo de nuestra ciudad cuando la presentamos a quienes nos visitan.